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— l|l6 — cosas que te han dicho de parte del Se- ñor.” Y María respondió: Mi alma en- grandece al Señor; y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador. En esta visita la Virgen se manifiesta tal cual Dios había dispuesto desde toda eternidad que lo fuera respecto de «los hombres, a saber, canal de santifica- ción, Madre de la gracia, ejemplar de imitación. No bien hubo llegado a casa de su prima y dádole ósculo de paz, cuando principió a derramar a torrentes inmen- sos goces que caracterizaron su acción de Madre de Dios. El niño Juan, ocul- to aún en el seno de su madre, se extre- meció de alegría, indicio de haber reci- bido de Jesús, que estaba en María, la gracia santificadora con la que vióse libre en aquel instante, de la original culpa. Isabel, oído que hubo la salunta- ción de su prima fué también llena del Espíritu Santo al extremo de que, sin poder contener su regocijo, exclamara en alta voz: **Exclamavit voce magna,” y se felicitara a sí misma de la merced tan extraordinaria que recibiera, como ser, la visita de la Madre de su Señor.

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