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o E voz: «En nombre de Jesucristo, levántate. joven». Obediente'al mandato de Antonio. el joven se agita y con gran admiración de los circunstantes arroja el sudario y marcha hácia sus padres que lo reciben con asombro y llenos de sozo. A este milasro, por el que devolvió la vida a un muerto, siguieron otros y otros en el distrito de Lemosin y más tarde en Italia. Servíase del milaero. bien como de luz para iluminar las inteligencias y las almas o ya como de rayo que endurecía los espíritus refractarios a la verdad. Más de una vez sus enemigos. como los fariseos del Salvador, pretendieron darle la muerte o envenenarle en vianda emponzoñada, de la cual por divina revelación se libró con la señal de la cruz. El poder de San Antonio se extendió lo mismo a sanar las dolencias del cuerpo que las del alma, y muy especialmente éstas por ser de ma- yor trascendencia. Y no sólo en vida sino después de muer- to, su'sepulero, que guardaba el cuerpo del Apóstol, se convirtió en manantial de

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