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y = La corona que esmalta las sienes de San Antonio está cuajada de perlas: Pué Após- tol y Profeta, poseyó el don de todas las lenguas y el de la penetración de los espí- ritus, el don de la sabiduría y de ciencia, el don de sanar enfermos y el de hacer milagros, fué mártir por el deseo; Doctor y Taumaturgo por antonomasia. Sus prodi- vios son tantos y tan señalados que, según dicen aleunos de sus biósrafos, el mayor milasro de San Antonio sería el no hacer ninguno. De aquí que todos sin restric- ción de clases le conozcan v le aclamen, le veneren e invoquen con la confianza de alcanzar lo que piden. Los escritores de la vida del Santo seña- lan+el año 1224 como el comienzo de esa carrera interminable de milagros, carrera que continúa en nuestros días. Predicaba en Vercelli la cuaresma, cuando, una ma- ñana, trajeron a su presencia el cuerpo de un joven fallecido, poco hacía. Afectado el Santo por el dolor de sus padres y deu- dos, suspendió por un instante su predica- ción y extendiendo su mano dijo en alta

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