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- 9 — nozca a Tí, más te amaré y cuanto más me conociere a mí, más me despreciaré Nuestro altar de oro. escribe San Anto- nio. es el Corazón de Cristo. Allí arde el incienso que sube hasta el cielo, allí se en- cuentran los suavísimos perfumes que em- balsaman la tierra. La meditación de los sufrimientos exteriores de Jesús, añade, es santa y meritoria, sin duda; pero si quere- mos hallar oro puro, es necesario acudir al altar interior, al Corazón mismo y estudiar allí la riqueza de su amor. El Santo supo armonizar tan perfectamente lo que decía con lo que obraba, que, trés siglos más tarde, escribía la Ven. Juana de la Cruz, cómo hallándose en oración el día de San Antonio vió el alma de este Santo llevada por los ángeles a los piés de Cristo. «Nues- tro Señor, dice, abrió enteramente su Co- razón y este Corazón, todo resplandeciente de luz, atraía y en cierto modo absorbía el alma de San Antonio, como la luz del sol absorbe toda otra claridad. En el Corazón de Jesús se me apareció el alma del Santo como una piedra preciosa que lo llenaba ARRE ms ESO bno a 1 5 a A E AS ra arre E
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