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tió que su Siervo fuera confundido, pues en tanto que la tempestad se desencadena- ba furiosa en derredor de la plaza, ésta y con ella todo el concurso de cente quedó enteramente libre, sin mojarse una hilacha o un palmo de tierra, con gran asombro de los allí presentes. Terminado el sermón, la vente llena de emoción y entusiasmo acla- mó al Santo y más tarde determinó perpe- tuar este suceso, colocando un monumento de piedra delante de la puerta principal de aquella catedral. JACULATORIA.—Celoso Apóstol de las almas, San Antonio: Ayudadme desde el cielo a dirigir todas mis acciones a la gloria de Dios y salvación dle mis prójimos. Quiero grabar en mi corazón el Nombre adorable de mi Jesús, para que por El todo lo sacrifique y todo dirija sólo a El, y en el último instante de mi existencia no tenga otro consuelo más que a El, en quien está todo lo demás, Amén. Oración final y Responsorio como el día primero. no $ | b o

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