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30. — del ejelo. vivió rodeado de un ambiente de piedad sólida. formado por la religiosi- dad de sus cristianos padres, no dudó ni un instante en abrazarse a la cruz que es el camino real, la escala santa que con- duce al cielo. Renunció al mundo y abrazó la vida religiosa en el claustro. Avido to- «lavía de mayor perfección cambió el hábi- to de canónigo de San Agustín por el de hu- milde Franciscano, como para dedicarse con más ahinco al ejercicio de la peniten- cia, de la oración, del silencio, del recono- cimiento y lograr un día, si tal hubiese si- do la voluntad de Dios, la corona del mar- tirio. Como perfecto imitador de Jesucris- to. San Antonio en su vida claustral no hizo más que obedecer con perfección en todo; y esto es cabalmente lo que sienifica la Es de renunciarse a sí mismo vivien- do en relición; cumplir pronta y fielmente lo que le mande quienquiera que haga las veces de Dios. De aquí el que veamos a nuestro Santo desempeñar los diversos ofi- cios impuestos por la obediencia con aquel egocijo y santa paz. Si queremos ser dis-

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