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abrir la urna de mármol que contenía las reliquias del Santo, antes de colocarla de- finitivamente debajo del nuevo altar. El cuerpo estaba reducido a cenizas; velase bien conservada la cabeza; mas, la lengua, aquella milagrosa lengua que no supo sino alabar y bendecir a Dios y edificar a sus prójimos y que jamás fué manchada por levísima culpa, aquella lengua permanecía incorrupta, fresca en su color natural. Al verla,el Dr. Seráfico no pudiendo contener sus lágrimas imprimió en ella tiernos ósculos de veneración y amor, la tomó en sus manos y mostró a toda la mu- chedumbre sobrecogida de asombro y pro- rrumpió en estas hermosísimas palabras: ¡Oh, bendita lengua! que en otro tiempo alabaste al Señor, y enseñaste «a otros mu- chos a alabarle. Ahora es a todos notorio cuán erandes fueron tus merecimientos en el acatamiento de Dios». Después fué colocada en relicario aparte, separada del santo cuerpo. Esta conservación de la lengua de San Antonio por modo tan maravilloso es el

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