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MER, je ¡e que humana. Su inocencia, su casta vida contribuyeron no poco a la salvación de las almas. A donde quiera que le llevaba el espíritu del Señor, era recibido como un áneel del Cielo. Su esmero en conservar incólume la castidad le llevó a mortificar su cuerpo con penitenc las y mortificacio- nes inauditas. a invocar constantemente el patrocinio de la Virgen sin mancilla y a orar anteel Cordero Inmaculado que se complace en atender alas almas castas. Por todo ello mereció que el Señor le con- cediera tal pureza, que, al decir de sus con- temporáneos, más parecía un ángel en for- ma humana que hombre en carne mortal, A imitación de nuestro Santo, rompa- mos, de una vez las ligaduras que nos suje- tan a la tierra. Invoquemos el Nombre de nuestra Bendita Madre y volemos hacia Jesús, supuesto que para El nacimos y en El deberemos hallar nuestro descanso y nuestro goce sempiterno. rd nr ar a: rol A RADIATA es pimp ] | ] Í A] N i 4 he fe ao Sa NARRA TAREA RAT

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