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iS aceptar con alegría la enfermedad y su cortejo de males, siento que es de una manera eminente, obra del Altísimo. Sí: veo que es en alguna manera más fácil a Dios curar el dolor que hacerlo amar. Pero si Vos quereis, mi debilidad tendrá por apoyo una fuerza sobrena- tural que la hará victoriosa, manifes- tando así la magnitud de vuestro poder. Ojalá que los sinsabores de mi enfer- medad, santificados por la sumisión a la voluntad divina, se unan a la agonía de mi Salvador; que mis lí- grimas mezcladas con sus lágrimas y preciosa sangre consuman la expiación de mis pasadas faltas y atraigan gra- cias de resurección sobre las almas mo- ribundas o muertas ya por el pecado. (Que la abundancia de vuestros dones. ¡Dios mío!, en nombre de vuestra Ma- dre os lo suplico, sea concedida, en par- ticular a las personas con las cuales me unen lazos de sangre o de amistad. Ha- ced que mis sufrimientos, esperando un término que vuestra misericordia se digne imponerles, abran para ellos, un manatial de bendiciones. ¡Oh Madre de EN

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