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Es de observar que, mientras duraba la aparición, Bernardita no veía a na- die. Nada la distraía, estaba muerta completamente al mundo exterior, a ex- tremo tal que teniendo una vela en su mano, durante la visita que la Virgen le hizo en este día 7 de Abril, poco a poco fué acabándose hasta ponerse la llama en contacto con sus dedos sin que sin- tiera quemazón alguna. Aquellos cam bios, ya tristes, bien alegres, reflejados en su fisonomía, obedecian, a veces, al aspecto que la Virgen mostraba en la suya, y otras a la pena que sentía vien- do cómo la Aparición se ocultaba y pa- saba de la abertura de fuera de la gruta a la de dentro, cual si quisiera escapar a las miradas de su hija. Si sonreía, su rostro semejaba al de un ángel, su blan- cura muy hermosa a la vista. Todo en Bernardita conmovía el corazón de los circunstantes. De la elegancia de sus saludos cuéntase, que ni el sacerdote que mejor lo hace, saluda tan bien al Santísimo Sacramento, como saluda- ba ella a su Excelsa Madre. Cuál sería el goce del alma de Bernardita durante los éxtasis que llegó a decir a una de sus

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