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AAA ¡TN á j 1 q testó. La niña insistió en repetir por dos veces más la misma pregunta. A la ter- cera vez la celestial Señora levantó los ojos al cielo, juntó las manos que hasta entonces tenía extendidas, púsolas so- bre el pecho y exclamó: “Yo soy la Inmaculada Concepción”. Que suai I' Inmaculado Concepsiú. Feliz y gloriosa, Bernardita se fué a declarar al señor Pomian el nombre de la Aparición y de éste al señor Cura de Lourdes. No es difícil suponer el efecto que tal declaración habría producido en el espíritu del citado señor Cura y de cuantos se hallaban presentes. A partir de este día, las peregrinacio- nes a la gruta han ido en aumento y el culto tributado a la Virgen en su Con- ccpción Inmaculada y a Jesucristo su Hijo en el Sacramento de la Fucaristía honran el lugar de la aparición, los pro- digios en favor de los fieles no cesan y las almas creyentes acrecientan su fé y reciben abundancia de gracias espiritua- les y corporales en la piscina mediante la fuente del agua milagrosa.

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