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A AR ADENTRO E donde se hallaban trés sacerdotes: los señores Serres, Pene y Pomian. **Se- ñor Cura, dijo la niña: la Señora vesti- da de blanco, que veo en la gruta, me ha encargado diga a los sacerdotes que hagan edificar en ese lugar, cuanto an- tes, una capilla, aunque sea pequeñita”. “¡Estás cierta de ello?” “*Sí, señor, estoy cierta”. Y se despidió. 4 de Marzo.—En este día último de la quincena, la multitud se desbordaba por todas partes. Serían como cuatro mil los congrezados. 3ernardita llegó a las 6,5%. Se arrodi- 1ló a unos seis metros de la gruta donde acostumbraba colocarse. Encendió la vela y, hecha la señal de la cruz, comen- zó a rezar el rosario con los ojos fijos en la abertura superior correspondiente a dos cavidades interiores. Aseguran los testigos que alcanzó a rezar dos veces el rosario sin interrumpirlo más que momentáneamente para sonreirse y sa- ludar con la cabeza, cosa que practicó trós veces. Levantose por fín, y fué a internarse en la gruta para luego volver al lugar de donde se había levantado y dirigirse de nuevo a la misma concavi-

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