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as sacerdotes para que realicen tan impe- rioso mandato. Pero, ¡quién dijera que las mayores pruebas y contrariedades que iba a tener la inocente pastorcilla habían de venirle de sus mejores y más celosos amigos! Así lo quiso la benig- nísima Señora, primero, para sondear la fortaleza de ánimo, la confianza y perseverancia de su buena hija; y en segundo lugar para que conocido el ori- gen de la resistencia, brillara con mayor esplendor la obra divina. Una y otra se manifestaron tales cuales eran. Bernardita no es oída y cuando lo es, desechada, burlada, tildada de visiona- ria, de bruja y enfermiza. Se prohibe a los sacerdotes que vayan a presenciar las apariciones en Lourdes. Con todo, nada de esto afecta en lo más mínimo a Bernardita; por lo contrario. Hacien- do caso omiso del desprecio con que en todas partes era tratada, insiste en con- tar lo que la celeste Aparición habíale revelado el día 2; pide audiencia una y otra vez al señor Cura de Lourdes, y cuando ha logrado trasmitir a la Auto- ridad Eclesiástica el querer de la Divi- na Señora, dándose por satisfecha, toda St di A ANN TS

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