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veía la Aparición. Saludó e inclinose con su boca en el suelo. Sostuvo con la invisible Señora un coloquio del que sólo se traslucian respuestas afirmativas, a juzgar por las señales de cabeza que ha- cía. Terminada la visión, declaró que la hermosísima Señora le había mandado besar el suelo y subir la pendiente ca- minando sobre sus rodillas en muestra de reparación. La bajada, desde el hue- co al pie de la roca, practicó de igual manera que la subida, o sea, apoyada en sus rodillas. 27.—Al siguiente día, llegó, de nuevo a la Gruta, a las seis y media. Con una vela en la mano y con su cuerpo com- pletamente inmóvil, fijos los ojos en la cueva, se puso a rezar. Su rostro reflejó muy luego el contento de su alma, que contemplaba la belleza de aquella celes- tial Señora, contento que desapareció para dar lugar a la tristeza, según que la Madre de Dios y Madre nuestra daba a entender el dolor que le causaban los pecados de los hombres. Como en la vi- sita anterior, tuvo idéntico movimiento, besó el suelo, caminó sobre sus rodillas, paulatinamente trés veces hasta dar LE a PRE RDP

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