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Hermanas mantenían en el Hospicio, cuando de repente retrocedió para en- caminarse a la gruta donde la esperaba gran multitud, ávida de presenciar la visita de la Aparición. Al verla llegar exclamaron: “Ya está aquí”. Iban de- trás de Bernardita dos gendarmes y una tropa de chiquillos. Bernardita, una vez en la gruta, se arrodilló y rezó como de costumbre; mas, la Señora no vino y Bernardita se retiró al molino de Savy. El día 23 antes de las seis de la ma- ñana se habían reunido debajo de la peña, próxima a la gruta, como doscien- tas personas que rezaban de rodillas, En un ángulo estaban el médico, el abo gado, el intendente militar y el gober- nador del castillo con el señor Cura de lourdes. De pronto apareció la joven vidente. Sin fijar su atención en los cir- cunstantes, púsose de rodillas, frente a la gruta y comenzó a rezar el rosario. Poco después levantó los ojos hacia la abertura de la roca. “Súbitamente transformada, dice uno de los testigos allá presentes, el señor Estrade, es ya un ángel que refleja en su fisonomía todos los arrobamientos del cielo. Se-

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