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py a dinarias, como le sucedió al Seráfico Patriarca de Asís, San Francisco, quien, acostumbraba pasar las noches en el Alvernia, de rodillas, ante un Crucifijo, rogando por los pecadores, hasta que Nuestro Señor, en pago de ese celo, de ese su inmenso dolor, y acendrado amor hacia las almas, estampó en el alma y en el cuerpo de su siervo su Imagen vi- va, llagada en las manos, en los piés y en el costado. A Santa Margarita de Alacoque fuele revelado que dedicara una hora todos los Viernes a la oración, en memoria de la que .Jesús hizo en Getsemaní por los pecadores, poco antes de su muerte. Roguemos, pues, a Dios, como ense- nó y mandó la Virgen a la pastorcita de Lourdes, roguemos por los pecadores. Presentemos al Eterno Padre la sangre de Nuestro Redentor, vertida con infi- nito amor por todos nosotros. Ella sola bastará para satisfacer copiosa y abun- dantemente por nuestros ultrajes, y pa- ra obtener el perdón de nuestros acer- bísimos cuanto innumerables pecados. Meditese y pídase la gracia que se propone conseguir en esta novena.

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