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a las 10 de la mañana, hacia la ribera de Massabieille en busca de leña. Llegadas al río Grave, encontraron a una pariente llamada María Samaran, a quien, después de saludarla, preguntá- ronle dónde hallarían huesos y leña. ““En el prado del señor Lafitte, cortes- tó, quien ha hecho cortar unos árboles. ld. Alá encontraréis ramas. Bernar- dita se negó a ir y permaneció cerca de la gruta. María Antonieta y Juana Abadie se descalzaron y atravesaron la acequia. Viéndose sola, Bernardita pen- só que sería preferible irse a juntar con las otras. “No bien empezaba, describe la propia Bernardita, a quitarme una media cuando oí un rumor como de tempestad. Miré atrás y los árboles es- taban inmóviles. Continué descalzán- dome y al tiempo de meter un pie en el agua oí delante de mí el mismo ruido que poco antes. Un montón de ramas iban y venían revueltas en el interior de la gruta. De pronto divisé a una jo- ven blanca, no mayor que yo, la cual me saludó con una ligera inclinación de cabeza, al tiempo que separaba del cuerpo los brazos extendidos y abría

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