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ta sacerdotes y de un gentio incalculable. El mismo sefior Obispo pronuncié la oracién funebre, ponderando la humilddad y la pu- reza de la confidente de Maria. Los restos mortales fueron colocados en el oratorio in- terior de la Casa Noviciado, dedicado al Patriarca San José. Los testigos que presen- ciaron el sepelio y examinaron el cadaver antes de poner los sellos, reconocen «que el cuerpo de Sor Maria Bernarda conservaba la misma flexibilidad que el de uno vivo: manos y ufias conservaron el color rosado; no se presenté sefial alguna de descomposi- cién, y habian pasado cuatro dias desde la fecha de su muerte». Gloria de la Canonizacién La fama de santidad se extendia mas cada dia, multiplicdndose al mismo tiempo los milagros: curaciones de enfermos, auxi- lios inesperados, conversiones admirables, vi- das moralmente restauradas, dolores desva- necidos; éste era el perfume que esparcia el Lirio de Maria, lirio mistico, transplanta- do al jardin del Padre celestial sin dejar de embalsamar la tierra. Los avisos del cielo eran evidentes. Dios queria glorificar a la vidente de Lourdes, a la humilde Religiosa de Nevers. El 20 de agosto de 1908, en la capilla de San Gildardo, presidiendo el Iitmo. Sr. Gau- they, Obispo de Nevers, y a peticiédn de ‘a reverenda Madre Maria Josefina Forestier, ‘Superiora General, y ante mas de doscier- tas Religiosas reunidas ~7*7= «i reuro anual, comoncs e: Proceso Ordinario. El 22 de 18

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