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da de mis dolores. Quiso desprenderse de cuanto tenia, o sea de algunas estampas, con- sérvando tan solo el Crucifijo: Nada mas necesito; con esto tengo bastante. El 28 de marzo de 1879 recibiéd la Extre- maunci6én, con admirable humildad, la San- ta Religiosa; pidi6 perdén a sus Hermanas de los malos ejemplos que les habia dado de su mucha soberbia. Desde aquel momen- to caminaba, no hacia la muerte, sino a la transfiguracién; sus compafieras admiraban el brillo de su mirada como si estuviera ilu- minada por luz sobrenatural. El 16 de abcil de 1879, a las tres y cuarto de la tarde, ter- min6é la inmolacién de este cuerpo y sobre- vino la ascensién de tan hermosa alma. Una hora antes de morir elevé los ojos al cielo y pareciéd contemplar lo invisible; dié un suspiro, aparté la mirada y exclamé: Dios mio, os amo con todo mi corazén, con toda mi alma y con todas mis fuerzas. Mo- mentos después volvi6 a pedir perdén y afiadiéd: Tengo sed; tomé un poco de agua, haciendo antes, con devocién admirable, la sefial de la cruz, repitiendo la oracién: San- ta Maria, ruega por mi, pobre pecadora, pobre pecadora..., entregando poco después el alma a Dios con gran suavidad. Volvia a ser vidente. En el momento en que el alma de Sor Maria Bernarda subia al cielo, comenzé su triunfo sobre la tierra. Gran muchedumbre acudié6 a San Gildardo, desfilando ante el cuerpo virginal, al que deseaban se tocara algtin objeto, repitiendo al mismo tiempo: La Santa ha muerto!, primer testimonio dado a su virtud. El Iltmo. Sr. Lelong, Obispo de Nevers, celebré los funerales, acompafiado de ochen- 4

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