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esplendor; la mensajera de Maria estaba cada vez mas enamorada del silencio y de la oscuridad. Este anonadamiento se perfeccioné en los dos Ultimos afios de su vida. Dios habia aceptado la inmolacién de la victima y le dié6 toda clase de padecimientos. Aquella alma que tanto amé la abnegacién, sintie verse atada por las cadenas de la inaccién; pero comprendié que su misién era padecer. Si alguno le preguntaba qué hacia en @ lecho: —Cumplo con mi oficio, respondia. —iY cual es? —Estar enferma—. Hablar de resignacion serfa emplear una palabra poco expresiva; era feliz, estaba alegre y econ- tenta. Soy mds feliz estando con Jesis en mi. lecho de dolor, que una reina sentade en su trono. Desde su nifiez tuvo crisis de asma eon opresiones dolorosas y vémitos de sangre, que se fueron agravando. Durante el in- vierno de 1877 le sobrevino un grano a le rodilla que le causé dolores intolerables, tan agudos que hasta su rostro quedé desfi- gurado. Los quejidos que estos dolores arran- eaban a la naturaleza, eran dominados a momento sobrenaturalmente con actos de sa- misién a la voluntad de Dios y afectos de amor: jDios mito, todo os lo ofrezco! jDios mio, os amo! El 22 de septiembre de 1878, fiesta de Nuestra Sefiora de los Dolores, hizo los votos perpetuos. Desde este momento se abandoné por completo a la voluntad de Aquél que permite el dolor y la cruz. jOh Cruz, repetia, eres el altar sobre el cual quiero sacrifi- carme muriendo con Jestis! jEl Corazén de Jestis, con todos sus tesoros, es mi herencia. En El viviré y moriré tranquila acompaefa- R
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