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lebrando el Santo Sacrificio de la Misa; la Sefiora misteriosa, que se la habia apare- cido, habia sido vitoreada; ya podia seguir la inspiraci6n de la voz interior que la Namaba al claustro. Maria confiaba su hija privilegiada al No- viciado de las Hermanas de la Caridad y de la Instruccién cristiana de la ciudad de Ne- vers; la entrada de Bernardita en el claustro fué el 7 de julio de 1866. La florecita de la Inmaculada se abrira por completo, bajo la mirada de Dios, en esta atmdésfera de vida interior, de paz y de caridad. El Noviciado es el cielo sobre la tierra, escribia la Santa; he venido a ocultarme; En efecto, una sola ambicién le dominaba, vivir olvidada -y ser tenida en nada. El] 29 de julio del mismo ano, festividad de Santa Marta, vistié el habito, tomando el nombre de Sor Maria Bernarda. El 30 de octubre de 1867 se unia a Dios por la Pro- fesién religiosa. Bernardita buscaba la som- bra del claustro para ocultarse; la Superiora General le dié la sombra de la Casa Madre. En ella derramé durante trece afios, el per- fume de humildad y pureza que embalsamdé el retiro escogido por Maria para su hija. Desde el afio 1867, al 1874, estuvo de en- fermera, gozando de gran autoridad y con- fianza entre las enfermas, confianza y auto- ridad sostenidas por admirable abnegacion y exquisito tacto. «Cuando se acercaba al «lecho de una enferma, escribe un bidgra- «fo, parecia el Angel de la caridad». Su es- piritu, siempre atento y delicado, sabia «con- solar a las enfermas con narraciones inte- . resantes, en-las que dominaba siempre la piedad» Si tenia que reprender, envolvia las palabras en sonrisa dulce y suave. A una 10
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