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“; Milagro! jMilagro! ;El condenado es inocente!” — grit6 entusiasmada la multitud. _ ~ Y arrebatandolo de las manos de los verdu- gos, le puso en libertad. Y todos alababan a la Bondad Divina, que de manera tan sin- gular se manifesté con el inocente. La justicia humana, que, fundada en apa- riencias, habfa sentenciado al presunto reo de hurto sacrilego y de homicidio, hubo de revocar su fallo y absolverlo. Las autoridades compraron a peso de oro la primera sandalia con que el Sefior habia favoreciido al pobre padre de familia, reme- diando asi su angustiosa necesidad. Y para perpetua memoria del suceso la imagen per- manece descalza de un pie; a un lado de ella se representa el retrato del sentenciado, y al otro aparece un brazo, que sostiene la balanza, cuyos platillos muestran la sandalia contrapesada con monedas de oro por igual cantidad a las entregadas a aquél en cambio del divino obsequio. Desde ese acontecimiento e] Senor de la Buena Esperanza fué amparo, esperanza y consuelo para todas las necesidades privadas y ptiblicas del Ecuador. La devocién al Sefior de la Buena Espe- ranza, que hasta fines del siglo XIX fué _ privativa del Ecuador y de las poblaciones ~ fimitrofes de Colombia y de Perd, lucgo se extendié a Chile, Argentina y a todas partes. _ En Cérdoba aparece como primera pro- a pagandista de la devocién y del culto del _ Sefior de la Buena Esperanza la Sra. Eulogia Sas ee

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