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noble dama quitefia, asesinada, segtin pare- cia, a las primeras horas de la noche. Poco después salié de su casa sigilosa- mente el pobre padre de familia y, sin fijar- se en el charco de sangre, que habia junto a la puerta, se encaminé al santuario, donde, postrado ante la imagen del Redentor, pidié de nuevo fervorosamente un alivio para su misero estado. Su plegaria fué escuchada; pues, cuando alzé6 los ojos hacia la imagen, ésta dejé caer una de las preciosas sandalias de Ileno en las manos del humilde supli- cante. Sorprendido por el portento, pero lleno de agradecimiento, el pobre guardé con sen- cillez el inesperado don, y, a fin de obtener el dinero que habia menester, se fué a la tienda de un joyero a vender la sandalia. Al ver tan preciosa alhaja, el joyero hizo prender al hombre, suponiéndole ladrén. La noticia del suceso corrié por la ciudad con Ja rapidez del rayo y fué grande la indignacién del pueblo, suponiendo al hom- bre ladrén y profanador del santuario del Sefior, y se pedia un castigo ejemplar para el culpable. _ El hombre se esforzaba en declarar su inocencia, asegurando que la preciosa joya le habia sido dada por la misma imagen del _Sefior. Nadie daba crédito a sus afirmacio- nes, El tribunal le consideré culpable. Un nuevo hecho vino a agravar la situa- cién del supuesto ladrén de la sandalia. A la _-acusacién del robo sacrilego se afiadié la del asesinato de la dama, cuyo cadaver habia on See

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