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clas extraordinarias. De tal manera que la — porteria del convento de San Agustin se con- virtié en uno de los principales santuarios del — Ecuador. La -gratitud y la piedad de los fie- les enriquecié el templo con preciosos ador- nos y vistié la sagrada imagen del Redentor con extraordinaria magnificencia. Entre las prendas, que adornaban la san- Keo ta imagen figuraban unas sandalias de suela — de oro macizo, rodeadas de valiosa pedreria y sujetas al calcafiar con broches también de oro, recamados de piedras preciosas y guar- necidos de gruesas perlas. Estas sandalias eran o uio de la esposa de uno de los primeros Capitanes Generales y Presidente de Quito en reconocimiento de un sefalado favor recibido del Sefior de la Buena Espe- ranza; y fueron objeto de un ruidoso mila- gro, tal vez, el que mds renombre dié al santuario. Ocurrié asf: Cierto padre de familia, cristiano y sen- cillo, vidse un dia reducido a la filtima mise- tia. A punto de desesperar por su situacién, vase acudié a los pies de la imagen del Sefior de la Buena Esperanza, donde permanecié largo. rato en fervorosa oracién, hasta que el sa- cristin le hizo salir de la iglesia, porque era ya de noche e iba a cerrar las puertas. El buen hombre se retir6 dando muestras de mucha angustia y diciendo que volveria a primera hora del dia siguiente. Al amanecer de ese dia, la policfa noc- turna recogia a la puerta de la habitacién del hombre infortunado el cadaver de una lie ake

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