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14 lemne de la fiesta de vuestros nuevos triunfos sobre la tierra de los ídolos y de los demonios, — derramamos entre lágrimas los afectos de nuestro corazón, y con la confianza de hijos os manifesta- mos nuestras necesidades. ¡Ah! desde ese trono de cle- mencia donde os sentáis como Rei- na, volved ¡oh María! vuestros ojos misericordiosos a nosotros, a nuestras familias, a nuestras Re- pública, a la Iglesia Católica, al mundo todo, y apiadaos de las pe- nas y amarguras que nos afligen. Mirad ¡oh Madre! cuantos peli- gros para el alma y cuerpo nos rodean; cuantas calamidades y aflicciones nos agobian. Detened el brazo de la justicia de vuestro Hijo ofendido, y con vuestra bon- dad subyugad el corazón de los pecadores; pues ellos son nuestros

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