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VISITA A LA SANTISIMA VIRGEN DE POMPEYA EN SU SANTUARIO A tus plantas postrada ¡oh, María! vengo a depositar en tí, toda mi con fianza: Sé mi defensora, mira por mí, para que mi alma de creyente jamás el mundo manche con su impiedad. ¡Oh, Estrella matutina! con euvos resplandores aluyentas las tinieblas del pecado, confortas a la humanidad do- liente y le das fuerzas para seguir el camino del destierro, por la senda de la abnegación y del sacrificio; ilumina mi entendimiento aumentando en mi al- ma la fe, para recorrer el camino de la vida y conseguir al fin de ella, la po- sesión del Sumo Bien. ¡Oh, Virgen Pura! que con los quin- ee misterios de tu rosario formas unn constelación de brillantísimas estrellas, que de tí reciben la brillantez de sus
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