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da por medios legales, recurrió a la in- tercesión de la Virgen de Pompeya. Co- menzó la devoción de los Quince Sába- dos; y cuando cumplía el tercero de los quince, con grande satisfacción y con mayor admiración de la bondad de esta Madre, recibió de la persona deudora la cantidad que se le debía. Onsequio. — En los peligros de pe- eado, invocar el nombre de María. Oración. — Soberana Reina del Ro- sario de Pompeya. Desde el trono de gloria que ocupais al lado de la Augus- ta Trinidad, acudid, Virgen querida, en auxilio de mi alma, cuando la tentación lame a su puerta. En este día en que termino la devoción de los Quince Sá- bados, tan agradables a vuestros mater- nales ojos, junto con la gracia que me movió a comenzarlos, os pido esta otra: no permitais que vuelva jamás a man- char la blancura de mi alma con el ne- gro borrón del pecado mortal, que ofen- diendo a vuestro Hijo contriste vuestro corazón de Madre. Así sea. ORACIONES para la Comunión de cada Sabado, pág. 18.
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