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SABADO DECIMOQUINTO LA CORONACIÓN DE La VIRGEN Subió María de este valle de lágrimas a ocupar el trono de gloria que le esta- ba preparado antes de los albores de la creación, antes que existiese el espacio, donde debían dibujarse los primeros rasgos de las obras del Omnipotente. Y subió entre himnos de gloria, que los eo- ros angélicos cantaban. Salid, decían unos, salid, hijas de Sión, 4 ver a vues- tra Reina, eoronada de estrellas, vestida de rayos de sol, bendita entre las mu- jeres. Y otros, maravillados de tanta grandeza, preguntaban: ¿Quién es ésta que sube del desierto como espiral de incienso, risueña como la aurora, her- mosa como la luna, derramando rauda- les de delicias? Al compás de estos himnos, entró Ma- ría en la mansión de la eterna dicha, acompañada de su Hijo. El Padre y el

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