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lantes y entristecidas. Por eso les había | dicho Jesús: Cuando venga el Espíritu: Consolador, el fuego de su amor infla-* mará vuestro pecho y quedará renovada la faz de la tierra. Inflamado San Pedro en el fuego de. ese Espíritu Consolador, exclama en las calles de Jerusalén: Varones de Galilea; Jesús, a quien crucificasteis, ha resuci- tado, y no hay otro nombre que el su- yo en que podamos ser salvos. Y tres mil] personas abrazan su doctrina. San Pablo, más tarde, se encara con aquella generación sensual y le impone la mortificación y le anuncia la virgi- nidad: y comienza a correr la primera sangre cristiana, multiplicando sus rau- dales los hijos de la Redención. ¿Quién podrá contar las vírgenes santas, las madres cristianas, los mártires invictos que muestran la virtud del Espíritu Consolador? Y esta virtud producirá sus! frutos, hasta que Jesús entre triunfante en la Ciudad Eterna seguido de todos sus predestinados. EJEMPLO El Sr. Enrique Ortega, domiciliado e

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