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E 1 ba TE Mi O! 1 114. 05 bl 0] AE ho | SABADO DECIMOTERCERO LA VENIDA DEL ESPÍRITU SANTO Diez días habían pasado desde que Jesús, dejando las huellas de sus plan- tas sobre la dura roca, elevóse al cielo a la vista de sus discípulos. Los Apósto- les, conforme al mandamiento de su Maestro, volvieron a Jerusalén y presi- didos por la Santísima Virgen entraron en el retiro de la oración en el mismo lugar en que Jesús había instituído el Sacramento de la Eucaristía. La oración, que del corazón de María subía al corazón de su Hijo y la ora- ción que los apóstoles dirigían a su que- rido Maestro, era que eumpliese pronto la promesa que les había hecho de man- darles el Espíritu Consolador. Diez días llevaban en ferviente súplica, cuando el Domingo de Pentecostés, dejóse sentir a manera de un viento fuerte, aparecien- do al mismo tiempo lenguas de fuego
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