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51 que idearon colocar sobre su frente: y para que la ironía fuese más cruel al- gunas flores blancas, figuraban las per- las, que hacían juego con los rubíes for- mados por las gotas de sangre pendien- tes de las puntas. De cetro sirvió una caña Todo estaba bien. Lo contemplaron un instante satisfechos; y abriendo la puer- ta lo empujaron hacia adelante con gri- tos y risotadas. Obtuvieron del público, que aguardaba impaciente su presencia, un aplauso regocijado. Luego formaron un círculo en derre- dor de un banquillo, que había de servir de trono, bien ideado por cierto, para el rey, que inauguraban. Siéntate le dicen: y Jesús cae sobre aquel asiento; y al momento organizaron un solemne desfi- le. Pasaban despacio delante de El, do- blando la rodilla y diciendo: Ave, Rex Judeorum. Salud, Rey de los judíos: y algunos al pasar lo abofeteaban y le escupían al rostro. Largo tiempo llevaban en este inhu- mano juego, cuando se dejó oir la voz

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