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SABADO SEPTIMO La FLAGELACIÓN DE JESUCRISTO Con la esperanza de mover a compa- sión los corazones de los judíos ante los sufrimientos de Jesús, Pilatos había dicho: yole castigaré: palabras equiva- lentes a una orden de que le azotaran. Era en la antigiiedad la pena de los azotes un suplicio infamante, mucho más ernel que todos los que a primera vis- ta pueden comparársele. Era tan natu- ral el horror que inspiraba la flagela- ción, que la cualidad de esclavo no im- pedía que se tuviera compasión de las víctimas. Pilatos contaba econ este golpe para apaciguar las iras y excitar la conmi- seración de los judíos. Y quién podría resistir el espectáculo de un Hombre, todo bondad, sangrientamente desgarra- do? Jesús, fué, pues, condenado a sufrir

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