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he pecado gravemente, que mis ing ] grat tudes son las que os han llevado a la muerte, ¡Oh Dios, Salvador mío! por vuestra preciosa sangre, perdonadme y conce- dedme la remisión de todos mis pee dos. Al Introito Recordemos los vivos deseos co 8 tos Padré piraban por la 1 ida del Mesí que había librarlos de las sombras y tinie- blas de la muerte. Prepárate, alma mía, a presentarte delante de tu Dios: su justicia y su mi- sericordia van a concertarse en tu favor durante el sacrificio; muéstrale el agra- decimiento que le es debido, dale el im- pulso que merece ejercer sobre tu cora- zón, que El mismo erió, redimió y ha colmado incesantemente de beneficios. Desde el abismo de mi miseria clamo a Vos, Dios mío: ¡ah! si examináis con el rigor de vuestra ley mis iniquidades, ¿cómo podré comparecer en vuestra pre- sencia? Venid, pues, a apartarme del pecado, a enseñarme el camino que conduce a Vos.

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