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guna persona arrodillada a sus plantas; y generalmente, no son estas personas las que viven, por decirlo así, a la som- bra de su Santuario; (su pobreza las obliga a ganar el sustenio eon su tra- bajo), sino personas, que viven lejos, muy lejos de Nueva Pompeya y que pa- ra postrarse ante los pies de esta Vir- gen, tienen que imponerse un sacrificio a veces grande. Y si ellas no reparan en imponerse ese sacrificio por visitar a la Virgen, cómo la Virgen va a desaten- der la súplica que brote de sus corazo- nes cuando las vé arrodilladas ante su altar? Los grandísimos favores y las especia- lísimas gracias, que la Virgen de Pom- peya ha concedido y concede a los que la invocan en este su templo, y ante es- te su altar, es lo que ha dado celebridad tan notable a este Santuario y lo ha he- cho el predilecto de las almas piadosas de Buenos Aires; gracias a las cuales, aquí, en este barrio pobrísimo de Nue- va Pompeya, que podría bien llamarse: refugio de los indigentes bonaerenses, tiene la Santísima Virgen un templo,
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