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CAPÍTULO IX. Mirando al cielo. ¡Arriba! ¡arriba! La tierra está llena de desolación. En la tierra no hay quien piense de corazón. Todo lo absorbe el negocio y afán de riquezas. El hombre necesita más del cielo que de-la' tierra, porque pertenece más á la eternidad que al tiempo. Por tanto, ¡arriba! Todo sube con movimiento espontá- neo, el árbol que dirige el tronco y las ramas hácia elevadas regiones: la flor, que busca el rayo de sol para abrirse; el pájaro que se escapa del suelo para encontrar más arriba la libertad de su vuelo y el aliento vigoroso del espacio... El hombre también debe subir ofre- ciendo al cielo el fruto de sus pensa- mientos y acciones; debe subir para no contaminarse con las miserias de la tie- rra... Es preciso fabricar para ese hom-

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