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a Los Jueves Eucarísticos mismo o Jesucristo, como los Domingos son días del Señor por designación de la Iglesia. Las almas contemplativas escogieron señaladamente ese día para sus más ín- timas comunicaciones con el Santísimo Sacramento. ¡Cuán dulces se les pasaban las horas, cuán suaves eran sus aspiraciones ante el altar! Nunca podían alejar del recuerdo aquel sublime y patético «in qua nocte trade- batur accepit panem et gratias agens fre- git et dixit; accipite et manducate; hoc est corpus meum.» Llegó, empero á nues- tros oídos aquel clamor anheloso con que añadió Jesús: «hoc facite in meam commemorationem.» No hay duda que siempre que se obra en el altar la maravillosa transubstan- ciación eucarística, se verifica también lo que deseaba Jesucristo. Pero no cabe duda tampoco que la piedad de las al- mas encuentra un placer singular en reunir sus esfuerzos el JUEVES de cada semana para dedicar á Jesús sus afectos de amor y de gratitud.

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