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á Jesús Sacramentado. 369 lado melancólico con el pálido sol que le esclarece y la ribera helada que lo ter- mina... Seguramente, esta segunda par- te de nuestra existencia, la pendiente por donde bajamos, ni nos ilusiona ni agrada... pero nos adormeécemos con un semisueño suave en la contemplación de las bellezas de la edad primaveral y en esa contemplación quisiéramos descan- sar toda la vida, como sobre un lecho de mullidas rosas... No; no es posible vivir siempre alegre. El foso de los años nos separa de las melancolías de la vida.., pero ¿cuántas veces se apresuran éstas, sobre un corazón joven?... El fulgor de la vida es fugaz; viene la noche del des- consuelo cuando se acaban los primeros centelleos de nuestros ojos... sobre todo viene pronto la eternidad... aquella vida sin cabo... aquel mar sin riberas... aque- lla inacabable sucesión de tiempos que llamamos vida eterna... vida de siempre.. ¡Oh! si en vez de iluminar nuestras mi- radas el sol de Mayo comunicara su fue- go nuestro corazón el sol de la eterni- dad!.... Guardémonos de las ilusiones del mundo con que la vida presente oculta á nuestros ojos la vida futura!... Jesucristo es el Padre del siglo futuro, es la vida eterna. Pater futuri seeculi, Vi- ta eterna. Por tanto en Él está la vida verdadera que hemos de buscar con amor y solicitud... ¡Maldición sobre el Vida de amor.—25.

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