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Capítulo lll. 23 brotan en el verjel, regadas del agua cristalina; más delicados son los con- ceptos que inspira Jesús Sacramentado... Nadie puede saber hasta que lo experi- menta qué grato es vivir pensando en la Eucaristía. Viendo la estrella los Magos se llenaron de júbilo. La hostia santa es la estrella que conduce al Belén de todas las virtudes. Todos los que han camina- do alguna vez en tinieblas, saben lo que es el indecible instante en que la estre- lla reaparece; la inspirada estrella que les conduce á Dios. El Sagrario es el nuevo oriente por donde amanece, para el alma esa estre- lla de salvación. Desde allí arroja Jesús sobre las almas la impresión de la belle- za moral, que cual un reflejo de la pro- pia vida se va á comunicar en la criatu- ra. Respira allí el alma, un tan puro per- fume de unción que como San Pedro en el Tabor llega á exclamar: «Domine bo- num est nos hic esse.» Señor, bueno es estarnos aquí. Pero el alma no permanece con Jesu- cristo ociosa; aquel esposo es el taller donde más activamente se labran las perfecciones del espíritu... El alma eu-

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