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Capítulo ll. 17 diciendo ¿y qué quereis Señor que haga yo por tí? Quid vis ut faciam Domine? ¡Cuántas cosas podemos hacer para demostrar á Cristo Sacramentado que no desagradecemos su cariñosa unión con nosotros y su tierna solicitud por llevarnos á Él! Sin embargo, las almas poco genero- sas rehusan hasta ese diálogo eucaristi- co, temerosas de no saber responder al Corazón eucarístico como debieran. ¡Oh Dios mío, tú eres mi protector y mi vida; dame á beber el nectar de tu corazón; inflámame en la llama del agradeci- miento! que te ame siempre, Dios mio! Sí; embriágame en tu amor. 11. Dios no imita á nadie en la manera de obrar. Nadie supo jamás darse como El se dió porque nadie como Él era el «Dios de la Caridad» y la caridad co- mo decía Lacordaire es la donación de sí mismo. Si bien consideramos «el don con que tratan de enriquecernos las criaturas, causaríanos risa. Se que- dan con lo principal; nos dan lo acceso- rio y de esto un poco y eso poco gene- Vida de amor.—3.

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