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262 La Hora Santa. ofrendas resultan insuficientes para res- ponder dignamente á vuestro infinito amor, me uno de nuevo á Vos, Jesús mío, uno mi azradacimiento al vuestro, mi intención á la vuestra, para ofrecer al Padre Eterno un sacrificio de alabanzas que sea perfecto y digno de su infinita bondad. II. EXPIACIÓN. (Recordad aquí vuestros pecados, y los innu- merables que se cometen en todo el mundo. Es- forza0s por satisfacer todos estos pecados.) Misericordiosísimo Jesús, héme aquí prosternado á vuestros pies, traspasado de dolor al pensar en el mal de que soy culpable. ¡Qué de imperfecciones, qué de faltas y pecados he cometido desde que tengo uso de razón! ¡Cuántos peca- dos de pensamientos, palabras, accio- nes y omisiones! Y aunque no hubiese cometido más que un solo pecado ve- nial en toda mi vida, como todo p2cado por leve que sea, es una ofensa hecha á vuestra divina Magestad, debería llorar hasta rendir el último suspiro. Pero ¡ay! tiene que ser así... ¡Oh Jesús mio, tened
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