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258 La Hora Santa. ro como todas las criaturas juntas no bastan para haczrlo, voy á tomar de vuestro Corazón Sacramentado, lo que le falta á mi pobreza; y uniéndome á Vos con el corazón y los labios, digo al Padre celestial: «que vuestro nombre sea santificado,» sí, que sea conocido, ama- do y adorado por todos los hombres: á su mayor gloria y á la vuestra ¡oh Jesús! «que venga vuestro reino,» que reine so- bre todos los-hombres, en esta vida por su gracia, y que un día puedan todos reinar con El en el cielo: á su mayor glo- ria y á la vuestra. «Que vuestra voluntad se haga, así en la tierra como en el cielo,» que su santa voluntad se cumpla por to- dos los hombres, en todo, en todas par- tes y siempre, con tanta perfección co- mo lo hacen los ángeles y los santos en el cielo! Además, Señor Jesús, queriendo unir- me á Vos del modo más intenso que me sea posible, deseo ardientemente, que todas las intenciones de toda mi vida, sean, unidas á las vuestras, infinitamen- te perfectas; y así unido á Vos, deseo daros á Vos, en Vos y por Vos, á Dios Padre y á Dios Espíritu Santo, el honor

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