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Capítulo |. 13 ¡Oh Dios de amor, creo en tu presen- cia adorable «ad firmandum cor sincerum sola fides sufficit.» Me basta la fé y el amor; la fé para creer en tí, y el amor para unirte conmigo. Crees en mi genio, decía Napoleón al general Bertrand, pero lo has visto? La vida, la verdadera vida del entendimien- to, está oculta, tiene su origen en un foco invisible. v. No veo á Dios en la Eucaristía. Sin embargo se me muestra. Aparece prime- ro en sus palabias evangélicas: he aquí que estaré con vosotros hasta la consu- mación de los siglos. Luego se me mues- tra en la eficacia de gracia y de vida que recibo al tomar en mi pecho la Eucaris- tía... También se me muestra en el irre- sistible imán que hallan todas las almas puras en el Tabernáculo. Si no estuviese allí el que se apacien- ta entre azucenas, no sentirian los pu- ros corazones tal atractivo al misterio del amor eucarístico. Una jóven graciosa y bella, dotada de
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