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de primera Comunión 233 El maestro de ceremonias. —Ciertamen- te, que protestan que son indignos de recibir la carne inmaculada del Cordero divino; pero tienen confianza en que la gracia divina los purificará. Además, en cuanto es posible al humano conoci- miento, sé y afirmo que están suficiente- mente instruidos y santamente dispues- tos. El celebrante.—Gracias sean dadas á Dios.—Pero antes de acercarse á la San- ta Mesa para celebrar las Bodas del Di- vino Esposo, deseo que vistan el hábito nupcial, profesando públicamente su fé y renovando á Dios las promesas que hicieron en el bautismo, en el mismo lu- gar en que lo recibieron. Después se dirigen todos en proce- sión hácia la pila bautismal, entonando el cántico del salmo 112: Laudate, pueri, Dominum. El maestro de ceremonias.—¿Veis aquí queridos jóvenes, esta sagrada fuente en que se conserva el agua de vida? Ape- nas habíais nacido cuando vuestros pa- dres queridos, con vuestros padrinos y madrinas, os llevaron así, para que el sacerdote os bautizase en el nombre del

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