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yr 208 La Comunión de los niños. De donde se comprende el abuso in- concebible que se hacía (elevado á cos- tumbre) demorando la primera comunión hasta los doce ó catorce años, so pre- texto de que era preciso esperar á edad más competente y reflexiva para ater- carse al altar. No ignoramos que algunas personas aun eclesiásticas, han recibido mal este importantísimo decreto, pero la sabidu- ría pontificia está sobre toda opinión privada de personalidades bien aveni- das y mejor pagadas de su opinión. El canónigo Desers, cura de Sain-Vicent de Paul de París, lanzó desde £” Eclair con- tra el Decreto citado, un vivísimo ataque. Pero en la simple lectura del documento apostólico, se advierten las razones con que quedan por el suelo las afirmacio- nes y reparos del M. Desers. Habla este descontento canónigo de la “inexperiencia en el apostolado de la infancia” del cardenal Ferrata, pero ignora acaso que el documento en cues- tión es obra personalísima del Papa. El buen cura francés, fué de los que más se alegraron y regocijaron al adveni- miento de Pio X, al solio Pontificio, por-

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