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Capítulo 1. 9 Todo en la vida moderna abate... To- do nos precipita... Las caidas son preci- pitadas y serían eternamente horribles si desde la hostia de salud no bro- tara esa fuerza como el calor brota del sol. Los altares, por eso, no nos interesan solo como puede interesarnos un paisaje ó un espectáculo. En la Eucaristía está el Dios del amor y el amor es la fuerza re- generadora del mundo. IL ¡Dios! Estr1 palabra sublime acude ins- tantáneamen'e al entrar en una Iglesia. ¡El amor! Esa exclamación brota del pe- cho al acercarnos á un Sagrario. Estos dos recuerdos unidos aparecen á las primeras miradas de una Catedral gótica con sus cúpulas soberanas y sus torres de afiladas agujas. Las primeras interrogaciones al rebasar las puertas de un templo son estas: ¿Sería esto tan ma- jestuoso si aquí no viviese el Dios del amor? Tendrían estas paredes tanto mis- ticismo si en ellas no reflejara la lámpa- ra del Señor?

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