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8 Los Jueves Eucarísticos El mundo espiritual necesita de otro sol, y Dios nos lo ha dado en la Euca- ristía. En el carro fulgurante de la cari- dad divina recorre la órbita de la vida de las almas y aparece cada mañana en los altares y nunca fenece y muere hasta la consumación de los siglos. ¡Oh divino sol de la Eucaristía! el mun- do de las conciencias sería un caos y un abismo sin el resplandor de tu infini- ta caridad. La Eucaristía es obra del amor y como el amor de Dios nunca desfallece, jamás dejará de iluminar el sol eucarístico. No busca solamente las cumbres, derrama sus haces de bendición también sobre los valles y siempre en dirección al cielo... ¡Arriba, arriba! ved ahí el grito que arranca de la pura hostia de los altares ¡Arriba, arriba los corazones. Veinte siglos hace que la humanidad viene subiendo entre fluctuaciones y lu- chas, pero subiendo siempre bajo la in- fluencia de los altares. Los tabernáculos son la fuerza que empuja á la humani- dad á levantarse... ¡Dichosa fuerza! nun- ca nos empuja al mal, siempre nos mue- ve al bien...
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