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Capítulo XVIII. 137 ¡Oh, si cual arde la lámpara ante el Sagrario, ardiera y se consumiera siem- pre esta mi alma ante tí, Bien mio, avi- vando sus espirituales llamas con el acej- te de la caridad y de la contrición..... ¡De la contrición, sí, pues que te ofen- dí, Dios mío, y te afligi con la desleal- tad y culpa que hice contra ti!..... ¡De contrición, Amor mío, pues rasgué tu pecho, y manó sangre de vida de la he- rida que te abrí!... ¡Perdón!... ¡Señor y Dueño de mi al- ma! Calma el pesar del que clama con- trito á tí, diciendo ante la faz del mun- do y ante el altar de tu misericordia, que ingrato, te ofendí: ¡Perdón, dáme á beber de ese rocio que del costado derramando estás, una gota, y me basta, Dueño mio; pero jamás he de ofenderte más. ¡Jamás! ¡Jamás!
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