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Capitulo XVIII. 133 Pensando estoy ante tu Sagrario el contraste que ofrecen tus amores y mis culpas, y me dá tanto gozo el dolor, que siento que ya no es dolor, es dulce pena. ¡Qué suaves son las corrientes de tus amores! ¡Que bellos los encantos de tu Corazón sacramentado! ¡Cómo apenan! ¡Cómo endulzan! ¡Cómo dejan en calma deliciosa y quieta al alma arrepentida! ¡Déjame, déjame llorar, mientras aso- man á mis ojos estas dulces lágrimas, mezcla deliciosa de suavidad y de pena, pero déjame hacer también mi morada en el hueco de tu Corazón, escuela del arrepentimiento, academia de amor, del arrepentimiento que ama, del amor que se arrepiente! * $: Confío en tí, bondad eterna y eterna suavidad de los corazones; confío en tí, que Debiendo castigarme, me perdonas y debiendo aplastarme, me enalteces; indigno pecador, oyes mis preces, y siempre con tu gracia las coronas. Corónalas, Jesús mío, y déjame vivir en dulce pena en el hueco de tu Corazón.

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