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DR CAPÍTULO XUI. Hlabanza. Nada más natural y lógico que el es- píritu de alabanza para con Dios. Brota la alabanza del corazón agradecido co- mo la flor de un lozano tallo..... Cuando Moisés salió airoso de las aguas del Mar Rojo entonó aquel sublime cántico «Can- temus Domine etc.» David tenía en cada cuerda de su salterio un torrente de no- tas de alabanza. El Magnificat de María es el mejor poema de reconocimiento y gratitud. Aunque los cánticos de Moisés y De- bora sean considerados como los más antiguos, el Magnificat es el más inspi- rado. En tiempo de David y de Salomón los himnógrafos más célebres de Israel, 4000 levitas se reunían á cantar al Señor distribuidos en dos coros. Los griegos bebieron la inspiración de
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