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Capítulo XIV. 119 flejo de infinita belleza..... Y si después de hacer la descripción del hombre ex- clama Hipócrates: No he estudiado las maravillas del cuerpo humano; no he hecho más que cantar un himno á la gloria del que lo hizo; ¿Qué pudieras decir si estuviese á nuestra vista la be- lleza de las almas? Un grado de belleza espiritual por la gracia, vale más que to- dos los encantos de la naturaleza..... El cuerpo, según Dios lo formó será un joyero de maravillosa estructura, que tanto alegra y envanece; pero al cabo, un joyero de barro. El alma, en cambio, es un joyero de gracia, cuando está en ella Jesús Sacramentado. Sí, según decia La Bruyére, para sen- tirse satisfecho y alegre basta estar con las personas á quiénes se ama; soñar, hablarlas, pensar en ellas; pensar en co- sas indiferentes; siendo todo igual, con tal que se esté junto á ellas. ¿Qué ale- gría no experimentarán las almas, al acercarse á Jesús y estarse con El, ó re- cibirle en su pecho, sabiendo que no so- lamente está junto á ellas, sino en ellas, comunicándolas esos dos elementos de felicidad: el amor y la belleza?

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